HISTORIAS QUE LAS ESTADÍSTICAS NO REGISTRAN
SER JoVEN Y TRABAJAR EN ENTRE RÍOS
Las estadísticas son importantes para entender, analizar y, sobre todo, tomar decisiones de las realidades en las que vivimos. Pero, para abordar las particularidades de cada caso se vuelve necesario corrernos de los números y poner el foco en las subjetividades. En esta nota -la primera de cuatro entregas-, desde Laboroscopio aportan una mirada de lo que sucede en el mundo laboral de la costa este de Entre Ríos.
Cada tres meses el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC) publica el informe sobre los indicadores socioeconómicos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Este relevamiento nos permite conocer la situación laboral de quienes se encuentran en condiciones etarias de trabajar, en todo el territorio nacional.
En el último informe publicado, en septiembre pasado, se confirmó el siguiente dato: el desempleo aumentó 1,4%, pasando del 6,2%, en el segundo trimestre de 2023, al 7,6% en el mismo trimestre de este año. Y, aunque es justo también aclarar que hubo una mejora marginal de 0,1 p.p. respecto al 7,7% del 1er trimestre de 2024, hoy hay algo más de 200.000 personas que se sumaron a la búsqueda de trabajo.
Si ponemos la lupa sobre las franjas etarias, una vez más, se confirma que las y los jóvenes (para el INDEC, los de 14 a 29 años) presentan mayores dificultades para acceder a un trabajo. El desempleo en la juventud duplica la media nacional y para las mujeres la situación es aún peor: el desempleo allí alcanza el 16,5%, mientras que para los varones jóvenes es 13,9%. En ambos casos, las estadísticas muestran un incremento significativo respecto del mismo período de 2023 (13,4 y 12,3 p.p., respectivamente).
Capítulo aparte merece la caída del salario que, según datos del mismo INDEC y tomando como referencia noviembre 2023 (previo a la última devaluación), el sector privado registrado está un 2,6% por debajo, mientras que en el del sector público la caída es de 16,9%. Lo que muestran las estadísticas no es tanto la caída del empleo -mencionamos la mejora marginal respecto al primer trimestre del año- sino más bien la precarización del mismo, con salarios por debajo de la línea de la pobreza.
Pero ¿qué hay detrás de cada porcentaje que cuenta la situación en los grandes aglomerados urbanos? ¿Por qué no contamos con estadísticas que den cuenta de la situación que atraviesan nuestros y nuestras ciudadanas en los pueblos que están lejos de las grandes urbes? ¿Porqué asumir esta realidad que se cuenta desde oficinas asentadas en veredas que se numeran de a 100, donde no se duerme la siesta y se mira con desconfianza a quien ofrece un mate de té?
“Si ponemos la lupa sobre las franjas etarias, una vez más, se confirma que las y los jóvenes (para el INDEC, los de 14 a 29 años) presentan mayores dificultades para acceder a un trabajo”
Es necesario construir nuestra propia mirada sobre lo que se vive en las costas bañadas por el río Uruguay, las estadísticas pueden aportar a dimensionar la magnitud de una problemática, pero esconden las voces, las angustias, la incertidumbre y las esperanzas de quienes protagonizan esas situaciones. Por eso, salimos a patear la calle para buscar historias de jóvenes “de acá” y poner en palabras lo que no cuentan los números de desempleo. Porque, además de ser el grupo poblacional más castigado por la desocupación, es una franja etaria que en general es relatada desde y por el mundo adulto, pero poco escuchada y casi nada representada por sus pares.
Desde este diagnóstico y queriendo escuchar qué tienen los y las jóvenes para decir, buscamos historias de trabajadores y trabajadoras “costauruguayenses” (si se nos permite el neologismo para hablar de quienes habitamos la costa este de la provincia) para conocer cómo transita la juventud el mundo del trabajo actual.
Y decimos mundo del trabajo casi como una resistencia lingüística al concepto “mercado de trabajo”. Nos rehusamos a convalidar la idea de que las personas somos una mercancía que se expone en una vidriera a un precio que determina el “libre juego” de la oferta y la demanda, porque detrás de cada trabajador y cada trabajadora, y -sobre todo- detrás de cada joven que ingresa a ese mundo desconocido del trabajo hay expectativas, sueños y esperanzas. Pero también hay miedos, ansiedades y frustraciones (según un informe de UNICEF de este año, el 27% de las y los jóvenes en América Latina y el Caribe expresó sentir ansiedad y un 15% depresión: la principal razón fue la económica).
“NI SIQUIERA CRUZA POR MI CABEZA”
Conocimos a Víctor en un encuentro virtual, un martes a la siesta, corriendo entre trabajo y trabajo. Se lo nota alegre y se muestra dispuesto a responder lo que tenemos preparado. Empieza su relato contando que tiene 30 años, es docente de biología, vive en la ciudad de Colón y alquila una casa para él solo. Trabaja en una escuela primaria de modalidad NINA y en el nivel secundario; ambos establecimientos pertenecen al sector público. Para completar su salario, dicta un Taller de Ciencias de forma particular. Podemos decir que es un emprendimiento personal dentro del sector informal de la economía.
Si bien la docencia es un sector que no puede ser abordado desde el mismo enfoque que el privado, nos resulta interesante conocer las realidades socioeconómicas de los jóvenes docentes y cómo se amalgama un trabajo muchas veces romantizado, en el que se generan vínculos afectivos con quienes protagonizan el proceso de enseñanza-aprendizaje, con una realidad económica que cambió profundamente en los últimos nueve meses y que, en nuestra provincia, se volvió particularmente crítica.
Víctor descubrió la vocación por la docencia cuando estaba casi finalizando la carrera, ya en la instancia de las prácticas, cuando conoció “las realidades del aula” y a pesar de tener alternativas que le permitirían un mejor desarrollo económico, la sigue eligiendo. Cambiar algunos paradigmas del proceso de enseñanza es algo que quisiera hacer, pero no puede porque el dinero no le alcanza para acceder a nuevos recursos pedagógicos. Muchas veces, debe costear con su propio bolsillo materiales y recursos pedagógicos que les permitan desarrollar clases innovadoras. “Por eso es tan difícil generar un cambio cuando no están dadas esas condiciones”, dice, entre la resignación y la pena.
Hace tres años que Víctor siente que a pesar de todo el esfuerzo que realiza en sus dos trabajos, no puede progresar económicamente, parte de su salario es invertido en materiales para sus clases (la computadora se volvió una herramienta indispensable en el trabajo docente, además de la compra de hojas, las fotocopias o una salida educativa). Y es consciente que esta situación no empezó ahora: “No le voy a caer a nadie en particular”, dice, pero confiesa que “este año es particularmente más complicado”.
“Lo lejos que uno está de poder pensar en tener un auto, un terreno, una casa. Es algo que ni siquiera cruza por mi cabeza”
Y si bien le preocupa, en primer lugar, no poder cumplir con los objetivos educativos, no puede evitar compartir sus frustraciones: “Lo lejos que uno está de poder pensar en tener un auto, un terreno, una casa. Es algo que ni siquiera cruza por mi cabeza”, confiesa el joven maestro, con 15 horas y 240 estudiantes a cargo.
Así como el progreso material resulta un horizonte inaccesible, para las y los jóvenes docentes de nuestra provincia, los planes de formar una familia también se vuelve una utopía. Víctor vive solo y exclama “¡por suerte!”, agregando inmediatamente que tiene conocidos con familia y puede reconocer que “ellos están peor todavía”, porque «si tuviera un hijo, por ejemplo, no sé si podría estar dedicándome a la docencia”.
El salario es “un día a día”, para él, como para tantos. Y el trabajo que más disfruta es el Taller de Ciencias, el emprendimiento personal vinculado a su carrera, diseñado e impulsado por él mismo, en el que puede plasmar todo ese trabajo personalizado con sus estudiantes, que en el ámbito escolar no es posible. Además, el joven docente cuenta que tiene intenciones de agregar horas a su emprendimiento personal, porque cree que allí tiene posibilidades de progresar, “siempre que la situación económica mejore”. Y, si bien es consciente de que el servicio que ofrece no es de primera necesidad, puede ver más allá de sus intereses personales y entiende que “la mayoría estamos sufriendo esta realidad económica”, por lo que “tratamos de ayudarnos entre todos”. Para él, el ayudarse entre todos implica principalmente no realizar aumentos desmedidos de sus honorarios, de manera de que sus estudiantes puedan seguir asistiendo.
El relato de Víctor navega entre la responsabilidad con la escuela pública, los desafíos de aggiornar el proceso de enseñanza y aprendizaje y su pasión por las ciencias, dejando traslucir un sentimiento de colectividad con el que parece sentirse protegido. Esto nos lleva a conversar sobre el movimiento obrero organizado y, si bien cuenta que no se considera “la persona más luchadora”, está afiliado al sindicato que agrupa su actividad (AGMER), participa de las marchas y acompaña las huelgas que el gremio propone. Considera que éstas constituyen “una herramienta valiosísima” y la describe como “una de las pocas herramientas útiles que tienen los trabajadores para ejercer sus derechos cuando son aplastados”. También se lamenta de que “con el paso del tiempo la gente se olvida de lo que se ha logrado” -gracias a las huelgas- y de “la falta de empatía social en todos los aspectos”. A pesar de su juventud, tiene presente y trae a colación La Carpa Blanca, como ejemplo de lucha colectiva y de conquista de derechos.
“LOS JÓVENES NECESITAN EMPLEO YQUE SUS CONDICIONES DE VIDA MEJOREN
Al ser consultado sobre su posición frente a la política, aparece algo muy interesante que no es tan común escuchar. Víctor piensa que “todos deberíamos estar formados” e inmediatamente hace un mea culpa: “En materia política me falta un montón”. Durante mucho tiempo pensó que era para unos pocos, hasta que se dio cuenta que “la política nos afecta a todos, no solamente si sos un político”. Es por eso que ahora destina más tiempo a estar informado para tratar de entender lo que pasa.
¿Qué te hizo cambiar de parecer?, preguntamos. “El hecho de que cuando quise entender cómo funcionaba y porqué sucedían tantas cosas, yo me daba cuenta de que no tenía ni la más mínima idea (…) y estar enterado (…) te ayuda al momento de votar y tomar mejores decisiones”.
En el instituto en donde se formó (en Villa Elisa), le enseñaron a pensar críticamente. Luego fue trasladando ese ejercicio a todos los ámbitos de su vida. “Convertirte en una persona crítica hace que seas menos manipulable, no vas a creer de forma ciega lo que te diga tu patrón”, dice. También tiene una mirada positiva acerca del rol del Estado en la generación de empleo para la juventud y entretanto fantasea con “lo que se podría lograr si realmente se facilitaran puestos de trabajo”, algo que “viene pendiente desde hace tanto tiempo”.
Al hablar de la política partidaria, cuenta que, al momento de votar en las elecciones presidenciales del año pasado, su situación económica y laboral influyeron en su decisión. En las primeras instancias eligió una opción que marcara un cambio, porque no quería seguir así, sin embargo, su opción no llegó al ballotage y optó por anular su voto en el mes de noviembre.
“Los jóvenes necesitan empleo y que sus condiciones de vida mejoren, principalmente en una provincia donde año tras año tenemos la tasa de suicidios más altas en ese rango de edad, superando la media de todo el país”
Para el futuro próximo Víctor no tiene una mirada alentadora. No ve ningún indicador que le genere esperanzas sobre un escenario de mejora económica. Aunque tiene deseos de que las cosas salgan bien, éstos responden más al dolor que produce la pobreza y la indigencia que a la confianza en este modelo económico. No ve un escenario que le de ánimo para pensar en hacer algún tipo de movimiento arriesgado económicamente, ni a corto ni a mediano plazo, “porque sé que no está habiendo ningún tipo de soporte atrás de eso”, refiriéndose al modelo económico imperante. “En todas las planificaciones que estoy haciendo ahora soy cauteloso (…) ir resistiendo y tratando de no complicarme la vida con gastos.”
Por último, pedimos a Víctor un aporte final, algo propio de Colón que las estadísticas no nos están contando, y lo que surge es toda una revelación. Quizás por su cercanía con las infancias y las adolescencias, a él le preocupa genuinamente el nivel de suicidios en su ciudad y asegura que, al ser un centro turístico importante, los números reales no se hacen públicos porque sería una mala publicidad. Lo que impide un tratamiento profundo e integral de la problemática.
“Los jóvenes necesitan empleo y que sus condiciones de vida mejoren, principalmente en una provincia donde año tras año tenemos la tasa de suicidios más altas en ese rango de edad, superando la media de todo el país. Creo que el empleo es un factor que podría ayudar a palear un poco esta problemática que tiene la provincia”, aporta. Y nos deja una frase que rompe con estereotipos creados por posiciones adultocentristas, que, en lugar de tender puentes hacia las juventudes, las cargan de culpa por la propia incapacidad de las instituciones vigentes: “Hay muchos jóvenes sin empleo que quieren trabajar”. Tomen nota.