ADICCIONES Y CRIANZA: EL TESTIMONIO DE UNA MAMÁ

DÍA DE LA MADRE

ADICCIONES Y CRIANZA: EL TESTIMONIO DE UNA MAMÁ

El Día de la Madre suele sacar lo mejor de cada mamá, los mejores deseos, los mejores recuerdos, la parte linda de ser madre. Pero eso no es la vida, es una parte, hermosa, pero solo una parte. En esta nota, el testimonio de Mabel, madre de cinco hijos, con una historia tan oscura como esperanzadora. “La culpa cuesta mucho. Incluso, creo que es lo que te mantiene en la droga. Ese sentimiento no te deja avanzar”, dijo.

Texto: Isidro Alazard

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Fotografía: Luciano Peralta

En una fecha en la que se idealiza la figura de la madre, charlamos abiertamente de un tema que sigue siendo tabú: las adicciones. Mabel es una mamá de 38 años y cinco hijos que pudo sobreponerse a la oscuridad de la droga. Entrevistada por La Mala, habló de su pasado, cruzado por falencias, violencias, muertes y consumo, y de su presente, que nada tiene que ver con ese mundo. “Yo pienso que no existe madre que no quiera a sus hijos, sí existen personas que no se saben vincular”, expresó.

-¿Cómo empezaste a consumir, Mabel?

-Venía pasando varios duelos, entre ellos la muerte de mi abuela (que era como mi mamá) a los 12. Tuve mi primer hijo a los 16 años, con una pareja que falleció de cáncer cuando yo tenía 21, edad en la que empecé a consumir cocaína. En ese momento trabajaba todo el día, pero me sentía una nena con otro nene. Por más que tuviera 21 años, no era madura como para ser mamá. Y también me crie sin valores, sin la consciencia de los actos.

-¿Por qué cocaína?

-Fue en mi primer cumpleaños sin el padre de mi hijo. Estaba con una de esas ‘amigas’ que te dicen “salgamos que va a estar todo bien”, y ella tenía una prima que tenía droga, y ahí empecé a consumir.

-¿Qué te generaba la cocaína?

-Esa noche quería aplacar todo y dejar de estar mal. Al otro día no sabía ni lo que me pasaba. Eran las 12 del mediodía y seguía sentada, no entendía nada, estaba como dormida. Y eso me gustó, era como un juego de apariencias. Pero después se te vuelve todo negro. Una, al principio, dice “tomar droga está re bueno”, pero no sé hasta dónde. En menos de un mes deja de estar bueno.


-¿Cuándo te diste cuenta que tenías una adicción?

-Me di cuenta cuando tuve a mi tercer hijo. Cuando nació, yo seguía en consumo y él tuvo que ir a la sala de Neonatología, estuvo mucho tiempo ahí. Después salió y tuvo que volver, no me daban muchas esperanzas. Ahí me empecé a dar cuenta de que algo me pasaba a mí, y por eso estaba así él. Pero, la verdad, toqué fondo cuando caí en la realidad de todo lo que había hecho por la droga. Después de que me molieran a palos y terminara en otra ciudad sin poder volver dije “no, ya está”. Me había metido con alguien que no me tenía que meter, por el consumo. Pero hay palabras que te resuenan más que los golpes. Yo me acuerdo que una vez fui a ver a mis hijos, que los había dejado por miedo a que les pase algo, y le dije a la tía de ellos que (viviendo con ella) estaban bien, porque yo estaba muy mal. Ella me dijo: “no, ellos te necesitan a vos, no a la familia”. Eso me quedó en la mente.

-¿Cómo opera la culpa en estas situaciones?

-Yo era muy violenta, porque el enojo, la rabia y el dolor que tenés adentro te transforma. Tuve que hacer terapia para no pegarles a los chicos. Porque los retaba, no entendía lo que querían, no entendía por qué lloraban, cosas tontas que en su momento no tenés asimilado por tu situación: que tus hijos sienten, que les duelen las cosas. En ese entonces, no tener esa conexión con ellos, fue muy duro. Porque a medida que va pasando el tiempo y encontrás herramientas te das cuenta que la re cagaste, que todo lo que hiciste estuvo re mal. La culpa cuesta mucho. Incluso, creo que es lo que te mantiene en la droga. Ese sentimiento no te deja avanzar.

“La culpa cuesta mucho. Incluso, creo que es lo que te mantiene en la droga. Ese sentimiento no te deja avanzar”

-¿Cómo fuiste recuperándote?

-Tuve mucha ayuda de gente que no me interesó su forma de ayudar. Su manera era lastimosa para mí en ese momento. Es difícil dejarte ayudar. Pero empecé yendo a la iglesia San Francisco, que en aquel entonces había grupos de charlas para adicciones. Nunca dejaba de consumir, pero iba. Quería dejar, pero no dejaba. Después, con los años fue empeorando. En ese entonces estaba con otra pareja, de la cual me separé. Viví mucha violencia en esa relación y llegó un momento que no daba más, así que me fui hasta el Hogar de Cristo. Para mi familia era el lugar más bajo de Gualeguaychú, pero fui a probar. Lo conocí y no volví hasta un mes después. Me quedaba cerca, y ya no tenía a mis hijos. El más grande estaba con mi tía y los otros estaban con el padre. La pasaba muy mal estando lejos de ellos. Cada vez que me quería acercar había reproches, discusiones o reclamos. Por parte de los adultos, no de los niños. Fue un proceso muy doloroso.

-¿Cómo es eso de que te trataban de ayudar, pero no era la forma?

– Algunas personas me decían que tenía que hacer. Ellos querían que cambie, pero a su manera, no a la mía. No procesando lo que me pasaba, sino que tenía que dejar de consumir, asimilar todo, salir adelante y pensar que estaba todo perfecto. Mientras durmiera bien y comiera ya estaba todo bien, porque la sociedad te veía en tu casa con tus hijos, como tenía que ser. Pero no es así.


-¿Cuál es la diferencia con la ayuda que recibiste en el Hogar?

-El hogar te lleva a tener una conducta diaria, de responsabilidad primaria. Presentarte en un horario sin poder salir por esas horas, vas a las 9, con tus hijos, y salís a las 6 de la tarde. Cumplir con los talleres, con la limpieza y otras actividades.

-¿Y qué rol cumplieron tus hijos en la recuperación?

-Un rol importantísimo. El mayor motor era mi hijo más grande, para llegar a recuperarlo. Para cambiar y que volviera con nosotros. Obviamente que en el proceso él fue creciendo y eligiendo, pero en mi mente esa era la lógica. Mis otros hijos ya vivían conmigo, porque no quería que vivieran con el padre. Esto fue hace aproximadamente 8 años.

-¿Qué aprendiste para con tu vínculo con tus hijos?

-Fue difícil, porque uno viene con el “crío a mis hijos como quiero”, pero en el Hogar te enseñan a ser mamá. Revincularte con ellos, crecer con ellos. En mi relación con mis hijos había muchas cosas que cambiar, y yo lo entendía, pero no lo podía llevar a cabo, no podía soportar saber que todo eso que pasaba era mi culpa. Y ahí entra más fuerte la culpa, porque vos podés tener la culpa de lo que hiciste como persona, que todos podemos hacer cagadas. Pero cuando pasás a la parte de tu maternidad, ahí te querés matar. Ahí empezás con la subida y bajada de tu estado de ánimo, los llantos continuos, el dolor. También le echás la culpa al otro, que es lo normal. Pero, en realidad, a mí me pasó esto porque fue una decisión mía, con lo que me estaba pasando, y no pude ver otra realidad en ese momento.

“En mi relación con mis hijos había muchas cosas que cambiar, y yo lo entendía, pero no lo podía llevar a cabo, no podía soportar saber que todo eso que pasaba era mi culpa”

Si hubiese tenido otras personas al lado, capaz no me pasaba. Hubiese hecho el duelo normalmente, siguiendo con mi trabajo y criando a mi hijo. Pero bueno, las cosas pasan porque te tienen que pasar. Una viene del nido vacío, de carencias. Sin embargo, una puede aprender de grande, que también está bueno. Mis hijos están en una edad en la que disfruto en la crianza y creo que puedo ayudarlos a que no pisen donde yo pisé, a que vean otras realidades, que se sienten conmigo y podamos hablar de la adicción, de lo que pasó con el padre, que está preso. Son procesos. Los chicos crecen y vos tenés que ir creciendo con ellos.

-Imagino que no es fácil criar un hijo, y mucho menos debe ser teniendo una adicción, ¿no?

-Lo más lindo que te puede pasar es ser mamá, pero seamos realistas: la mujer deja muchas cosas de lado. Hoy en día creo que no pierdo nada, porque mis hijos son independientes y viven a la par mía, pero pasa el tiempo y te das cuenta que postergaste tus sueños. Hoy, por ejemplo, estoy cerca de cumplir el mío, que es tener un negocio de ropa, pero pienso: yo esto lo hubiese podido tener a los veinte. Pero con las adicciones es mucho peor: vivís el día a día, no pensás en el mañana. Y si no te levantas, mejor, ¿para qué te vas a levantar? Para vivir de nuevo lo mismo, porque tenés claro que te vas a levantar de nuevo a consumir. Uno, inconscientemente, se da cuenta de todo lo que está haciendo. En un punto, es una decisión que tomás en ese momento con la cabeza llena de drogas.

“Yo pienso que no existe madre que no quiera a sus hijos, sí existen personas que no se saben vincular, o no saben demostrar, o no saben sostener una maternidad”

-¿Y hoy en día ves mucha gente así?

-Si, la situación es complicada. La droga está en todos lados. Salís a la puerta y está ahí. Y los tratamientos también son complicados. Muchos piensan que por ir a un lugar y estar ahí, vos ya vas a estar bien. Pero en realidad muchos van porque tienen algún problema legal o porque necesitan recuperar a los hijos o porque van a comer. Hay muy poca gente que realmente se pone la camiseta de hacer cosas para cambiar. Yo tuve que hacer un break total para hacer el tratamiento. Tuve que volver a nacer, te tienen que reeducar. En la manera de hablar, en cuidar a tus hijos, en todo.

-¿Qué le dirías a alguien que tiene problemas de adicciones?

-Como mamá, que luche para salir de esa para estar con sus hijos. Porque a la larga una le está dando a ellos lo que tuvo. Estar en consumo no es tan difícil como dejarlo. Cuando dejás y empezás a caer en la realidad, todo se te vuelve mucho más difícil. Tenés cuentas que pagar, hay noches que no dormís, tenés que criar a una criatura, te pasan cosas que nunca pasaste. A las madres nos cuesta mucho más, porque tenemos dos realidades paralelas: por un lado, creemos “los chicos están allá y están bien, porque la cagada soy yo” y por otro sentimos “quiero a mis hijos, pero no tengo con qué”. Yo pienso que no existe madre que no quiera a sus hijos, sí existen personas que no se saben vincular, o no saben demostrar, o no saben sostener una maternidad. Es muy difícil tomar la decisión de dejar la droga, pero hay que hacerlo, porque los hijos perdonan, superan, tienen una vida por delante. Ellos van a acarrear sus propios procesos, pero nos necesitan y estás a tiempo de ayudarlos siempre. Una nunca deja de ser mamá, y nadie los va a amar como vos.