CON FUEGO EN LA GARGANTA

CALLARSE NO ES UNA OPCIÓN

CON FUEGO EN LA GARGANTA

El 17 de mayo fue el Día Internacional contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género. En 1990, ese día la orientación sexual dejó de considerarse una enfermedad. Se ha avanzado, pero aun convivimos con expresiones retrógradas y discriminatorias que promueven la violencia. Al respecto, escribe Marika Castiglione.

Texto: Marika Castiglione

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Fotografía: Joaquín García

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“Soy Marika”

Para quienes no me conocen, mi nombre es Marika Castiglione. Por supuesto que no nací con ese nombre, pero gracias a las leyes aprobadas en el país donde crecí y vivo actualmente, así lo garantizan. Fue un proceso largo el de elegir el nombre Marika como nombre propio. Primero, por la amplitud del concepto, hay tantas definiciones de lo marika como maricas en el mundo. En segundo lugar, la controversia de reivindicar una palabra que nos arroja como insulto a quienes fuimos socializados como varones y que no cumplimos con las reglas, normas y mandatos de la masculinidad.

Reivindicar lo marika es reivindicar ese insulto que nos arrojan casi desde que empezamos a hablar. Es romper con la vergüenza a la que intentaron empujarnos y responder políticamente con orgullo, con tristezas, pero también con alegrías. Por eso me siento más que convocada, obligada a expresarme en este caso de odio televisado y sus consecuencias con la masacre de Barracas.

Si me preguntaran ¿por qué hago lo que hago? la respuesta no tarda en llegar: para que nadie, nunca más, tenga que vivir lo que nosotros vivimos.  A gran parte de la comunidad LGTBIQ+ nos han robado no sólo nuestras infancias disidentes sino, también, la posibilidad de explorar, descubrir y disfrutar en nuestras adolescencias y juventudes. Besarnos en una plaza, besarnos en un transporte público, hasta dentro de un lugar privado, es peligroso. Nuestras vidas corren riesgo tan solo por expresar algo de deseo, erotismo, cariño o amor. Es verdad que nuestras infancias no serán reparadas, ya que no volveré a tener 15 años para besarme en los recreos o en las plazas como sí podían hacerlo mis amigos/as heterosexuales, pero estoy dispuesta a dar la vida para que esas diferencias no sigan ocurriendo y las nuevas generaciones puedan ser verdaderamente libres.

Construyo mi vida e identidad, así como tantas otras personas, en un contexto social cada vez más complejo, a pesar de las leyes que han buscado consagrar derechos y libertades.

Como expresión de este clima de época, el biógrafo del presidente Javier Milei, en una reciente entrevista con Ernesto Tenembaun, escupió discursos de odio sin ningún tipo de tapujos. No me voy a detener a rebatir esos dichos, creo que la mejor respuesta fue dada por Lucas Fauno en Presentes, así que dejaremos el link para que puedan tener toda esa información. Por mi parte, voy a aprovechar esta invitación de La Mala para reflexionar acerca de lo que se dice y del modo en que esas palabras inciden en nuestras vidas. Busqué para esta tarea las voces de dos personas muy queridas, que tienen palabras justas e interpeladoras: Manu Mireles, querida activista y secretaria académica del Bachillerato Popular Travesti Trans “Mocha Celis” y, por supuesto, la de Lucas, activista, periodista y militante por los derechos y la des-estigmatización de las personas VIH+.

RECOMENDACIÓN: La respuesta de Lucas Fauno a los dichos de Nicolás Márquez https://agenciapresentes.org/2024/05/03/por-que-los-dichos-de-marquez-son-falsos-homofobicos-y-peligrosos/

Las cosas como son

Para comenzar entendiendo qué son los discursos de odio, Manu me explica: “para Naciones Unidas un discurso de odio es cualquier tipo de comunicación oral, escrita o comportamiento que ataca, utiliza un lenguaje peyorativo, discriminatorio, en referencia a una persona o un grupo […] los discursos de odio y acciones como estas que ocurren cotidianamente pretenden tener un efecto disciplinante en nuestras vidas, en nuestras orientaciones sexuales, en nuestras formas de amar y desear, en nuestras formas de vincularnos, en términos de las familias que construimos y de expresar nuestra identidad de género”.


De manera análoga a las noticias falsas, estos discursos de odio, cargados de desprecio y prejuicios,  inciden en las audiencias que los escuchan. Su impacto, lamentablemente, es exponencialmente mayor a su desmentida. Una vez lanzados al aire, el daño ya está hecho. Y de ahí, la pregunta ¿qué hacemos con eso?

“Yo creo que los discursos de odio, más que ser limitados tienen que ser abordados con responsabilidad. ¿A qué me refiero con esto? Me parece importante saber qué piensan distintos factores, distintos políticos, escritores, artistas, y demás. Obvio me parece súper importante. Ahora. ¿Dónde está la responsabilidad de quienes difunden estos mensajes? Por un lado, si vos sos un medio y sabés que vas a llevar a una persona que va a emitir discursos de odio, lo mínimo que tenés que hacer es tener personal apto, capacitado y dispuesto a responderle. No sólo para rebatir sino para crear una discusión en torno a lo que está diciendo, porque si no queda solamente la voz odiante y eso se difunde mucho más rápido”, dice Lucas que desde hace años trabaja en desandar el camino del odio y la discriminación.

En este punto me parece fundamental distinguir discursos de odio del ejercicio del derecho a la libertad de expresión. Son dos cosas muy distintas y diferenciarlas nos permite un abordaje más responsable y superador.

Cuando le decimos a alguien “negro de mierd@” no estamos siendo libres, estamos siendo racistas. Del mismo modo, cuando utilizamos como insulto la palabra “puto” o “lesbiana” o “travesti” estamos siendo machistas y homo-lesbo-transodiante. Insultar no es ejercer libertad de expresión, es gozar de impunidad para violentar sin consecuencias. De ahí la importancia de herramientas normativas y de políticas públicas como la Ley Micaela, la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) u otras leyes antidiscriminatorias que fomentan el respeto, la prevención y erradicación de la discriminación.

“Insultar no es ejercer libertad de expresión, es gozar de impunidad para violentar sin consecuencias”

Quienes pertenecemos a grupos sociales históricamente discriminados sabemos que los discursos de odio siempre estuvieron ahí, presentes. Pero es imposible no identificar su crecimiento en el último tiempo y la traducción política que han tenido en Argentina. En referencia al contexto electoral de 2023, Manu Mireles señala: “en Argentina, desde la campaña electoral del año pasado, la violencia mediática y política y las agresiones fueron aumentando de una forma muy peligrosa. Cuando los medios y gobernantes esparcen discursos de odio nuestras vidas están en peligro, las vidas de las personas de la Comunidad LGBTIQ+ […] Personalmente, yo siento que todo esto ocurre en un contexto de abandono y desprotección a las personas LGTBIQ+. Por eso creo que la principal denuncia es la de la desarticulación de los organismos de políticas nacionales de protección contra las violencias machistas y transodiante, homo odiante y lesboodiante.”

Odio, elecciones y democracia

Fue en el contexto de las elecciones y en el momento inmediato posterior del triunfo de La Libertad Avanza cuando aparecieron dirigentes y militantes responsabilizando a las militancias feministas o de la diversidad de haber alejado a votantes. Por eso quiero traer la pregunta que dejó picando Fauno sobre este punto: ¿qué tipo de debates estamos dando en los panoramas políticos? Si algún dirigente político emite discursos de odio. ¿Qué otro dirigente político le responde? ¿Qué otro político recoge ese guante? ¿O seguimos siendo considerados piantavotos? o ¿nos siguen tratando como si nuestros derechos son piantavotos? No, nuestros derechos no son piantavotos, son derechos humanos. Y la responsabilidad de velar por esto tiene que ser de toda la sociedad, no solamente de los colectivos afectados. Entonces creo que, si nos preguntamos quién debería llevar a cabo la tarea no de limitar, sino de responder, contextualizar, rebatir los discursos de odio, es la sociedad toda. Pero con distintos grados de responsabilidad”.


14 millones de personas eligieron como presidente a un candidato que grita, insulta, miente, no admite errores y amenaza con venganza, terror y persecución a quien piense diferente. Una especie de discurso de odio oficial o gubernamental. Entonces ¿qué ocurre cuando estos discursos son lanzados desde las más altas esferas del poder y quienes controlan los medios de comunicación?

Manu M sostiene con claridad: “para mí los discursos de odio deben ser claramente limitados, tiene que haber consecuencias concretas, no solamente repudio social, sino que es importante que la Justicia pueda tomar parte. Si bien no creo en el punitivismo, me parece muy necesario que quede establecido públicamente la responsabilidad que tiene el Estado para garantizar y promover los derechos humanos y la no violencia (…) No hay dudas del efecto que provoca cuando una voz autorizada -como el presidente, un funcionario, un asesor- es quien genera un clima de intolerancia. Tenemos muchísimos ejemplos en la historia de las consecuencias que acarrean los discursos de odio cuando están legitimados desde el Estado y desde la esfera pública”.

Con mucho dolor, porque reconocemos los enormes avances que se habían conquistado en la Argentina, vemos que hoy las políticas públicas nos arrojan a la calle, al desempleo, a la marginalidad y a la ley de la selva, donde sobrevive el más fuerte y quien más recursos tiene. A las siniestras implicancias de la meritocracia, ahora se agrega este nuevo sentido que implica ver al otro como un enemigo.

Con una conmovedora claridad, Manu nos dice: “no existe democracia, ni mucho menos libertad posible, si todas las personas no podemos ser personas legítimas. No existe democracia posible en medio de un sistema que nos quiere hacer creer, particularmente a las personas de la comunidad LGTBIQ+, que no somos personas válidas y que no tenemos derecho a existir. Esos discursos de odio parecen habilitar la posibilidad de que nos agredan, nos violenten o, directamente, nos maten.”

“No existe democracia, ni mucho menos libertad posible, si todas las personas no podemos ser personas legítimas«

Marika, Manu, Lucas son algunas de esas voces con fuego en la garganta que se animan, que representan a otras voces acalladas, que construyen democracia desde la tolerancia, el respeto, la disidencia. Apuestan a la educación popular, a la comunicación anclada en la perspectiva de la dignidad humana. Se enojan, se cargan de paciencia para continuar la lucha, lloran a sus muertas y muertos por el odio, discriminación o exclusión que genera la sociedad, se reconstruyen de sus historias personales e identidades colectivas y, como pueden, siguen adelante. Creen que una sociedad mejor es posible. Los fuegos de sus gargantas son imprescindibles para no caer en el frío y la tibieza de la indiferencia y el individualismo. Por eso, en esta edición de La Mala, quisimos aportar una leñita más, para todas aquellas marikas, personas no binarias y cualquier hermane LGTBIQ+ que necesite de la furia y la ternura trava marica.


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