JONATHAN FERNANDEZ
Gualeguaychú de terror
Es gualeguaychuense, tiene 26 años y escribe novelas de terror. Jonathan Fernández dedica su vida a darle vida a historias que atrapen a los lectores y generen comunidad. Una entrevista para conocer más al escritor, su mundo y el de sus libros.
“Para Isidro, bienvenido. Que disfrutes la estadía en esta ciudad tan llena de misterios como lo es Gualeguaychú. Quizá te sorprendas con lo que encuentres”.
Esta es la dedicatoria que tengo de él en su libro, Salmató, por el cual lo conocí. Fue el año pasado, y aunque no soy un recurrente lector de novelas de terror, jugué por unos días a serlo. Objetivamente, Jonathan es uno más de los escritores que surgen de nuestra ciudad, en la que la cultura está en todas las esquinas.
– Jonathan, ¿qué es el miedo?
-El miedo puede ser diferentes cosas, considero que su utilidad es conocer o entender. Mucha gente relaciona el miedo con algo malo y podría decirse que es todo lo contrario. Permite estar alerta y una supervivencia. También transporta a posibilidades que traspasan lo cotidiano. ¿Será que una cabeza gigante y flotante podría asolar una ciudad tranquila? Es imposible. Pero da miedo pensarlo. Da miedo imaginarlo. Que se presente tal cosa en tu mente y que puedas visualizarlo, te produce una sensación horrible. La gente odia sentir miedo, pero quienes adoran la adrenalina, lo aman. Así que, digamos que el miedo es eso. Podés odiarlo o amarlo, pero va a estar siempre ahí. Y te va a ayudar a entender, a ver, imaginar y sobrevivir.
– ¿Qué hace falta para ser un escritor?
– Ser bueno imaginando. El poder de la imaginación es algo que muchas veces se lo asocia con lo fantasioso, pero la fantasía es parte de lo que nos forma como seres interesantes. Gracias a las personas que imaginaron volar algún día, existen los aviones. Lo mismo con los barcos. Si no fuera por los aventureros que buscaban conocer lo que había tras el enorme espacio azul, estaríamos encerrados en un mismo continente.
– Y vos, ¿cómo empezaste a escribir?
– Al principio empecé con distintas historias cortas de horror inspirado en Edgar Allan Poe, entrando de lleno a un mundo oscuro en el cual encontraría no solo mi vocación, sino también mi gusto por generar distintas emociones en los lectores. Esto pasó a mis trece años y desde ahí —gracias también a otros «mentores» como Horacio Quiroga y H.P. Lovecraft— sumí mi hobby en un mundo extraño en el cual, por supuesto, empecé a sentirme totalmente cómodo. Mi primer libro publicado –Supervivientes: El Despertar de los Beta– estaba ligado a la ciencia ficción más que al horror. Se podría decir que también, al tocar el libro de El Pistolero —de la saga de La Torre Oscura de Stephen King—, moví mi aguja del horror puro a la fantasía oscura y afines. Así que, encasillarme en simplemente «horror» sería ser egoísta conmigo mismo, porque aprendí a ser diverso y a crear un cúmulo de ideas distintas para llevarlas a terrenos en los cuales no sólo me siento a gusto, sino también puedo experimentar con cosas que no están tan explotadas. Así fue como pasé de Supervivientes a Salmató, y de ahí todo fue hacia arriba. Gracias por supuesto al apoyo de mis lectores, la principal fuente de inspiración para que alguien empiece directamente a ser un escritor.
– Para quienes sueñan con escribir, ¿tenés algún consejo?
– Si tuviera que darles un consejo a quienes busquen empezar a meterse de lleno en el mundo de las letras es que confíen en aquellos que los leen, pues estos van a tener una gran influencia en qué mejorar y cómo dar mejores pasos para que sus ideas no queden en la nada misma. Para mejorar hay que saber escuchar e interpretar. Uno debe saber interpretar cómo y hacia donde llevar su atención. La crítica constructiva crea, la destructiva debe de ser ignorada.
“¿Querés ser un buen escritor? Dejá de lado el ego y empezá a aprender de tus errores, de vos mismo, de tu público, de la novela que querés mostrar. Escribí el libro que leerías”
– ¿Qué rol cumplen tus lectores?
– Mis lectores son parte de lo que yo llamo un mecanismo de «retroactividad imaginaria». Aportan en devoluciones qué les gustó, qué debo agregar y qué cosas sacar. Si bien satisfacer a una comunidad de lectores es imposible, y uno debe de ser fiel a su idea y a su propio arte, siempre es bueno escuchar cuales cosas gustaron más, cuales menos y cuántos de estos vieron lo mismo en el libro. Lo bueno de una novela es que puede recibir cientos de miradas diferentes y decenas de iguales.
Aunque mi comunidad de lectores es muy pequeña, admiro lo fiel que es. No me conocían de nada y vinieron por una historia. Se quedaron por lo que disfrutaron y también por lo que yo les aporté como escritor. Logré romper esa pared y crear un vínculo que no sólo fue beneficioso para mí, sino también para ellos. Siento que eso es muy importante a la hora de crear y de tomar ideas.
– ¿Cuál es tu búsqueda a la hora de escribir?
– Siempre me mentalizo en que mi público soy yo. Esto no funciona en todos, ojo, pero sí lo hace conmigo. Y este trabajo me llevó mucho tiempo de estar despierto mirando a la nada hasta encontrar cómo adaptar mi idea al papel. No existe una receta secreta y quizá esto no me lleve a un éxito seguro, pero sí noté una creciente ola de personas encantadas con lo que hice, y eso, que un joven lector tome un libro y se aleje del ocio para tocar un hobby inspirado por lo que yo creé, es algo que me da la victoria para mí. Por lo que, se podría decir, que escribo pensando en historias que me gustaría leer, conocer, ver quizá en alguna serie. Soy fanático de los juegos y del anime, por lo que mis historias van enfocadas a que te generen emociones fuertes, te ponen delante de un objetivo, de un monstruo, o un «boss», el cual hay que enfrentar. Está en vos si recibís la paliza de tu vida navegando en mis páginas o agarrás la espada —o el arma que más te guste— y te enfocás en dar la pelea de tu vida. En mis libros no sos un ojo que mira una historia, sos una entidad que acompaña al personaje. Te guste o no, vas a sufrir. Y eso es lo que busco en mis novelas. Es lo que busqué en Salmató.
– ¿Y la vida se trata de eso? ¿De dar pelea?
– Si pudiera definir de qué va la vida, quizá tendría más respuestas de las que me gustaría. Lo más importante quizá no es saberlo, sino entender el significado para uno mismo. Siento que, en mi caso, nací para contar historias. Es lo que me gusta hacer y quizá —y esto ya «flasheando»— se me dio la oportunidad de narrar cosas que sucedan en algún plano distinto a lo que nosotros podemos percibir. Si escribir fuera un poder, sería el de ver cosas que quizá, quienes no se enfocan en crear historias no pueden hacerlo. Los escritores creamos mundos, vidas, personajes con sueños, metas, pasados dolosos y futuros inciertos. En nuestras manos está mostrar lo que los demás necesitan conocer y generar esas emociones que antes mencioné. El dolor, cariño, miedo, o la angustia. El placer, el amor, o la esperanza. Todo va encapsulado en un montón de páginas que para algunos pueden ser importantes y para otros una simple historia que no lleva a ningún lado.
“Los escritores creamos mundos, vidas, personajes con sueños, metas, pasados dolosos y futuros inciertos. En nuestras manos está mostrar lo que los demás necesitan conocer y generar esas emociones que antes mencioné. El dolor, cariño, miedo, o la angustia. El placer, el amor o la esperanza”
En Salmató narro una historia de lucha, en donde el personaje principal está contra las cuerdas constantemente, pero tiene que seguir. Desafiando la biología, las leyes de la física, el dolor de los traumas personales, y luchando con cosas que son imposibles de imaginar. Pero ahí está, siguiendo su rumbo, en donde él debe de llegar hasta aquel punto final, en donde su odisea termina, pero puede empezar otra —o no—. Esa magia es parte de lo que hacemos los escritores. Podemos tomar tantas opciones y plasmarlas en el papel, pero de alguna manera, elegimos que todo suceda como nosotros queremos. Y los lectores son aquellos que sufren, que viven, que aman y lloran por personas que no existen más que en nuestras páginas. Ahí es cuando nos damos cuenta la gran influencia de nuestras palabras o pensamientos.
– ¿Qué aspiraciones tenés?
– Quiero que mi obra perdure y también que entretenga a las personas. Con que quienes me leen se sientan inspirados para escribir, dibujar o tener un hobby a partir de lo que leyeron, ya me siento feliz. Mi novela no es para todos, pero encuentra a muchos que no sabían que iban a disfrutar de ella. Eso es, por supuesto, mi aspiración más grande. Que todos la puedan disfrutar la obra, a pesar de que no sean fanáticos del género.